Quinta temporada consecutiva en Primera División. Competir
de nuevo en Europa queda lejos y el objetivo del equipo granota pasa por sellar
la permanencia. Lucas Alcaraz relevó a Mendilibar para voltear la mala dinámica
del Levante. El tren de equipos es amplio, distancias reducidas y mucha
paridad. La regularidad será clave.
Máxima intensidad y preponderancia defensiva
La llegada de Alcaraz ha supuesto una vuelta a las andadas. La
recuperación de las señas de identidad de los últimos años estaba subrayada en
rojo. Se enmarcaba como vital y Lucas Alcaraz lo ha conseguido. La priorización
del apartado defensivo al ofensivo, es decir, que la intensidad y la
solidaridad, entre otras, se conviertan en aspectos innegociables para defender
la portería propia. Cada balón dividido es una final de la que hay que salir
victorioso.
Defensa organizada en 1-4-4-2
La primera resistencia en la presión, con 1-4-4-2, se traza
en la línea divisoria, incluso retrasándola en algunos lances. El doble pivote
ve el fútbol de cara, de carácter posicional por delante de los centrales. La
distancia entre los puntas y la zaga se pretende que sea la menor posible,
comprimiendo los espacios entrelíneas e intentando imposibilitar el juego por
dentro. El Levante se siente cómodo con los centros laterales.
Importancia de las transiciones defensa-ataque
La dificultad para crear peligro en ataque organizado y la
importancia concedida al entramado defensivo, provoca que las transiciones
defensa-ataque sean fundamentales. El hándicap principal es que los extremos y
los delanteros se encuentran lejos de portería, deben recorrer demasiados
metros. El principal peligro es Morales, rápido y con gol. Además, las acciones
a balón parado, botadas en su mayoría por el austriaco Ivanschitz, se erigen
como una alternativa considerable con las incorporaciones de David Navarro y los
mediocentros.
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